Eusebio Leal Spengle (La Habana 11 de septiembre de 1942 – La Habana, 31 de julio de 2020) falleció el pasado viernes en su adorada ciudad. En la Cuba que tanto amó. Conocido en todo el planeta con un sencillo título: «La oficina del historiador de La Habana». Creó un método de intervención y valoración del patrimonio que hizo sentirse orgullosos de su pasado a todos los cubanos. Su trabajo consistía en crear redes de gestión en La Habana vieja, en Camagüey, etc, en las que la dirección la lleva un historiador o conservador de la ciudad. De esta manera consiguió que las ciudades fundadas por los españoles en los siglos XVI y XVII fueran rescatadas de la ruina y declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, la organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, convirtiéndose en unas de las más bellas por sus valores históricos, artísticos, pero también por estar vividas por los cubanos que unen en sí las herencias de África, Europa y América creando un auténtico patrimonio material impregnado de un rebosante patrimonio inmaterial y social.
Leal a la revolución de Fidel Castro, del que fue amigo personal y de quién rechazó cargos políticos de alto nivel, incluido el de ministro, fue siempre amigo de España y admirador de la herencia que dejamos en el Caribe defendiendo siempre la importancia de la cultura hispana que dejó en aquellas tierras además de una lengua, universidades, hospitales, ciudades y muchos elementos de progreso y avance humano.
Su gran ilusión por el patrimonio la sabía transmitir a todo el mundo sin fronteras, sin ideologías, valorando solo la herencia cultural y el valor contemporáneo. Así consiguió que regiones españolas, diputaciones y gobiernos de distintos colores políticos, de derechas y de izquierdas, asumieran la restauración de un palacio, unas casas antiguas, un lugar histórico, para ayudar a su empresa, salvar La Habana, Camagüey o el Caribe. Su verbo encendido y apasionado enamoraba a los jóvenes que eran su punta de lanza en la concienciación de la salvación de los bienes culturales.
Sus discursos capturaban la atención de todos y su mensaje patriótico. Siempre citando a Martí y Fidel, como a la España que creó aquellas ciudades, mostraron siempre un singular patriotismo real visible en lo concreto de la utilización del patrimonio como garante de trabajo y sociedad, como ha destacado la catedrática camagüeyena Lourdes Consuegra, mi buena amiga y gran colaboradora del maestro.
En nuestro país fue muy admirado y querido. Ayudó a mi Universidad de Alcalá allí y aquí, y le visitamos varias veces con nuestros rectores a los que nos recibía en un sencillo curto del palacio de los Capitanes Generales, su primera restauración en la capital cubana. De formación autodidacta llegó a ser doctor en Ciencias Históricas y maestro en Ciencias Arqueológicas. Los españoles le galardonaron en la membresía de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, la Gran Cruz de la Orden Civil de Alfonso X El Sabio (2011), la Gran Cruz de Isabel la Católica (2017) y la Gran Cruz de la Orden de Carlos III (2019), entre otras muchas más.
Para todos nosotros fue un faro en el que mirar para aprender su metodología y aplicarla para convertir el patrimonio, sin medios económicos, sin personal, pero con enorme ilusión en una fuente de empleo y de recursos.
(Fuente: InfoLibre)