El 30 de noviembre de 1936, Juan Ramón Jiménez y Zenobia Camprubí desembarcan en Cuba. El entonces conocido como «gran poeta vivo de la lengua» permanecería más de dos años en la capital de la isla donde, sobre todo, dejaría una profunda huella en los jóvenes poetas que un día deslumbrarían al mundo con sus versos.
«Usaba las palabras con una precisión e intensidad tales que cada cosa nombrada era igual a su presencia viva. Oírlo hablar era como entrar en un paraíso de esencias».
Fina García Marruz
«¡Y qué arte, y qué fulguración en la conversación de Juan Ramón Jiménez para usar las pausas, los perplejos, las miradas!».
José Lezama Lima
«Su bondad no era paternal, no era crítica, no era generosa. Era, sencillamente».
Cintio Vitier
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