Éste que veis aquí, de rostro aguileño, de cabello castaño, frente lista y desembarazada, de alegres ojos y de nariz curva, aunque bien proporcionada; las barbas de plata que no ha veinte años fueron de oro, los bigotes grandes, la boca pequeña, los dientes ni menudos ni crecidos, porque no tiene sino seis y esos, mal acondicionados y peor puestos, porque no tienen correspondencia los unos con los otros; el cuerpo entre dos extremos, ni grande ni pequeño; la color viva, antes blanca que morena; algo cargado de espaldas, y no muy ligero de pies; éste, digo, que es el rostro del autor de la Galatea y de Don Quijote de la Mancha, y del que hizo el Viaje del Parnaso, … y otras que andan por ahí descarriadas y quizá sin el nombre de su dueño, llámese comúnmente Miguel de Cervantes Saavedra. Fue soldado muchos años, y cinco y medio cautivo, donde aprendió a tener paciencia en las adversidades. Perdió en la batalla naval de Lepanto la mano izquierda de un arcabuzazo, herida que, aunque parece fea, él la tiene por hermosa, por haberla cobrado en la más memorable y alta ocasión que vieron los pasados siglos, ni esperan ver los venideros…
Desde el interior de la cripta de las Trinitarias, en Madrid, si es que está allí, Cervantes contemplará, seguro que con ironía, a todo el equipo de forenses, arqueólogos, antropólogos y otros 36 expertos, que después de muchos trabajos y desvelos en busca de sus huesos sólo han podido decir en una rueda de prensa, emitida en directo, ¡en presencia de la mismísima alcaldesa de Madrid!: Quizá, es posible… se encuentren fragmentados y mezclados con los de otros dieciseis, incluida su esposa.
Quiso Fortuna que los Bachilleres Paños y Pérez Cubillo dieran a la estampa pública noticia de las postreras noticias de Cervantes en esta ciudad de silencios y otro sí las conversaciones que hubieron de tener con don Miguel, proclamados que fueron por sí solos como albaceas testamentarios y pasada una década de La sombra de Cervantes en Córdoba y de la noticia singular que hubo de la última morada en el patio de un convento de Madrid, como de otros sucesos estimados de digna mención.
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