El Gobierno de los Bánvaros

La mejor narrativa, aquella que huye de los tópicos, la que arriesga mudando el orden común de las palabras, los puntos de vista de la narración, es la que avanza en la luz trazando círculos, describiendo espirales estéticas y de fondo, mientras centra su esfuerzo en torno a un tema muy atractivo disolviendo las sombras -como ocurre en este libro- mediante el uso certero de una voz minuciosa e incisiva que hace del relato una mágica estancia de múltiples ventanas donde el viento entra y sale, huye y vuelve, viene y va. La voz narrativa de Carlos Sanclemente, el autor de este libro, es como un viento agreste y cálido que, apoyado en su fuerza honda y circular, soplando con fe, rabia y esperanza, va amontonando datos, voces, gestos, miedos y olvidos, penas y alegrías, afectos y traiciones, infamias y mentiras del personaje central de la novela, un dictador sombrío que concentra -aquí sobresale la habilidad del narrador- en su pútrido espíritu, en su alma agusanada, toda la esencia mítica del mal, idea que planea a lo largo y ancho del relato. Puede que esa sea quizá, de alguna forma, el argumento o la idea central del libro.